Vida Y Obra De Eduviges Portalet
Eduviges Portalet hoy
Las religiosas consagradas a Dios que siguen a Jesús, pobre, casto y obediente y viven en comunidad, llamadas a predicar la Verdad y portar la luz de Cristo, para aquéllosprivados de la luz de la fe, la cultura y la Educación.
La fe de Eduviges.
La fe es siempre respuesta a la iniciativa de Dios. Eduviges recibió la llamada y fue pronta en la respuesta generosa.
La feno es solo una manera de comprender la realidad sino y, sobre todo implica un compromiso de acción y de vida. Eduviges se sintió interpelada por la realidad y su respuesta fue compromiso radical conlos carentes de luz.
La fe no tiene un ámbito privado y personal, mas bien es esencialmente comunitaria, social pues busca el bien común y tiene en cuenta la dignidad de todo ser.
Las religiosas consagradas a Dios que siguen a Jesús, pobre, casto y obediente y viven en comunidad, llamadas a predicar la Verdad y portar la luz de Cristo, para aquéllosprivados de la luz de la fe, la cultura y la Educación.
La fe de Eduviges.
La fe es siempre respuesta a la iniciativa de Dios. Eduviges recibió la llamada y fue pronta en la respuesta generosa.
La feno es solo una manera de comprender la realidad sino y, sobre todo implica un compromiso de acción y de vida. Eduviges se sintió interpelada por la realidad y su respuesta fue compromiso radical conlos carentes de luz.
La fe no tiene un ámbito privado y personal, mas bien es esencialmente comunitaria, social pues busca el bien común y tiene en cuenta la dignidad de todo ser.
El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.
Un 3 de Diciembre de 1826 nació Eduviges Portalet. Gastón Portalet, de laCorte Real de Lyon y Zelié Eleonore Couturier, una dama parisina de nobles sentimientos, ese hogar cristiano fue el escogido para traer al mundo a la que sería la fundadora de esta gran obra. Un 3 deDiciembre de 1826 fue enviada al mundo Eduviges Portalet.
En la vida de Eduviges Portalet la presencia del Espíritu Santo la conduce por un claro camino: La vocación a la vida consagrada. LaCongregación de Hermanas de María Inmaculada de Marsella, le depara una misión: la educación de las niñas y niños ciegos.
La oración de Eduviges Portalet está bañada con el suave rocío de la gracia divinaque pone el tinte intenso de la fe y la fuerza para enfrentar con serenidad el riesgo tácito de abandonarse en las manos de la providencia. El desierto en la vida del cristiano o los tiempos deGetsemaní purifican la fe y los ideales, como el oro se hace puro en el crisol.
La misión en la obra de Toulouse representa una consagración tenaz de Eduviges Portalet, en servicio de quienes se identificancon diversos rostros de la pobreza humana: económica, social, cultural, y desde luego física por la ceguera. El apostolado con ellos le significa una superación valiente de pruebas inauditas, unaverdadera comunión con la "locura de la cruz". Apoyada en Dios, con una fe inquebrantable y una resistencia heroica, recupera esta misión, que le fue arrebatada.
Es justamente en el Instituto de niñosciegos, en la ciudad de Toulouse, donde funda la Congregación. Toda la intensa experiencia de la vida que lleva consigo: oración, vida comunitaria, abnegación, la pobreza como compañera inseparable yel servicio apostólico a "los que no ven la luz", son el fundamento para impregnar su espíritu en la fundación. La obra del instituto se expande en otros centros educativos para ciegos.
Un 3 de Diciembre de 1826 nació Eduviges Portalet. Gastón Portalet, de laCorte Real de Lyon y Zelié Eleonore Couturier, una dama parisina de nobles sentimientos, ese hogar cristiano fue el escogido para traer al mundo a la que sería la fundadora de esta gran obra. Un 3 deDiciembre de 1826 fue enviada al mundo Eduviges Portalet.
En la vida de Eduviges Portalet la presencia del Espíritu Santo la conduce por un claro camino: La vocación a la vida consagrada. LaCongregación de Hermanas de María Inmaculada de Marsella, le depara una misión: la educación de las niñas y niños ciegos.
La oración de Eduviges Portalet está bañada con el suave rocío de la gracia divinaque pone el tinte intenso de la fe y la fuerza para enfrentar con serenidad el riesgo tácito de abandonarse en las manos de la providencia. El desierto en la vida del cristiano o los tiempos deGetsemaní purifican la fe y los ideales, como el oro se hace puro en el crisol.
La misión en la obra de Toulouse representa una consagración tenaz de Eduviges Portalet, en servicio de quienes se identificancon diversos rostros de la pobreza humana: económica, social, cultural, y desde luego física por la ceguera. El apostolado con ellos le significa una superación valiente de pruebas inauditas, unaverdadera comunión con la "locura de la cruz". Apoyada en Dios, con una fe inquebrantable y una resistencia heroica, recupera esta misión, que le fue arrebatada.
Es justamente en el Instituto de niñosciegos, en la ciudad de Toulouse, donde funda la Congregación. Toda la intensa experiencia de la vida que lleva consigo: oración, vida comunitaria, abnegación, la pobreza como compañera inseparable yel servicio apostólico a "los que no ven la luz", son el fundamento para impregnar su espíritu en la fundación. La obra del instituto se expande en otros centros educativos para ciegos.
Los comienzos de esta fundación como toda obra escogida por Dios, tuvo grandes pruebas que Madre Eduviges Portalet soportó con gran espíritu de fe, amor y sacrificio. Gran amiga de la santa pobreza, se abrazó a ella con alegría para asemejarse mejor al esposo de su alma.
Madre Eduviges se abandonó a la Divina Providencia y no deseó sino hacer en todo la voluntad de Dios. Fue el mismo Señor que tomó la dirección del instituto y dirigió los acontecimientos. Así en agosto de 1868, la Curia Eclesiástica obligó a nuestra Venerable Madre a separarse de la casa de Marsella, por motivos serios y poderosos de la Administración del Instituto, quedando autónoma esta fundación y establecida la «Congregación Tolosana de la Inmaculada Concepción», bajo los auspicios de Monsier l’Abbé de Pons, Vicario General.
El 3 de octubre de 1868 a los dos meses de estos acontecimientos, renovó Madre Eduviges sus Votos Temporales. Mientras tanto otras almas generosas deseosas de congregarse al Señor, ingresaron al reciente Instituto, cuya vida de Comunidad se convirtió en semillero de virtudes. Fiel colaboradora fue la Madre María Francisca Lohier, quién desplegó gran celo apostólico secundando a Madre Fundadora en sus actividades y aliviándola en sus fatigas con verdadero cariño filial. Se le considera como Cofundadora de la Congregación y su recuerdo va muy unido a los inicios de esta nueva familia religiosa.
Animada del Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre Eduviges inicia la construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870) trasladándose al nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos.
Su celo infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877 recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia, Reglas que regirían desde ese momento a la Congregación.
El 21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre Eduviges hizo su Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora General por unanimidad.
Después de su nombramiento como Superiora General, su primer deseo fue emprender la construcción de la Casa Madre en la Rue Montplaisir, iniciándose las obras en el mes de mayo de 1878.
Deseosa de extender su apostolado en bien de los invidentes, funda un Instituto para Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en esa. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882.
Se encontraba por esa época como Confesor Extraordinario de la Comunidad, el Padre Jacinto María Cormier, dominico. Madre Eduviges que siempre había admirado esta Orden de Santo Domingo por ser ellos los hijos predilectos de María Inmaculada y estando también la reciente Congregación bajo el patrocinio de tan amorosa Madre, quiso por inspiración divina, afiliar su joven familia a esta Orden Gloriosa, manifestando su gran deseo al Padre Cormier (1883). Este Santo religioso testigo de la vida edificante de las Hermanas, no solamente se alegró, sino se interesó vivamente por hacer realidad el deseo de Madre Eduviges, consiguiendo el fin propuesto ante el Maestro General de la Orden Dominicana, Fr. José María Larroca, quién accedió complacido su petición con el previo consentimiento del Ordinario del lugar.
Madre Eduviges se abandonó a la Divina Providencia y no deseó sino hacer en todo la voluntad de Dios. Fue el mismo Señor que tomó la dirección del instituto y dirigió los acontecimientos. Así en agosto de 1868, la Curia Eclesiástica obligó a nuestra Venerable Madre a separarse de la casa de Marsella, por motivos serios y poderosos de la Administración del Instituto, quedando autónoma esta fundación y establecida la «Congregación Tolosana de la Inmaculada Concepción», bajo los auspicios de Monsier l’Abbé de Pons, Vicario General.
El 3 de octubre de 1868 a los dos meses de estos acontecimientos, renovó Madre Eduviges sus Votos Temporales. Mientras tanto otras almas generosas deseosas de congregarse al Señor, ingresaron al reciente Instituto, cuya vida de Comunidad se convirtió en semillero de virtudes. Fiel colaboradora fue la Madre María Francisca Lohier, quién desplegó gran celo apostólico secundando a Madre Fundadora en sus actividades y aliviándola en sus fatigas con verdadero cariño filial. Se le considera como Cofundadora de la Congregación y su recuerdo va muy unido a los inicios de esta nueva familia religiosa.
Animada del Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre Eduviges inicia la construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870) trasladándose al nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos.
Su celo infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877 recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia, Reglas que regirían desde ese momento a la Congregación.
El 21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre Eduviges hizo su Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora General por unanimidad.
Después de su nombramiento como Superiora General, su primer deseo fue emprender la construcción de la Casa Madre en la Rue Montplaisir, iniciándose las obras en el mes de mayo de 1878.
Deseosa de extender su apostolado en bien de los invidentes, funda un Instituto para Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en esa. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882.
Se encontraba por esa época como Confesor Extraordinario de la Comunidad, el Padre Jacinto María Cormier, dominico. Madre Eduviges que siempre había admirado esta Orden de Santo Domingo por ser ellos los hijos predilectos de María Inmaculada y estando también la reciente Congregación bajo el patrocinio de tan amorosa Madre, quiso por inspiración divina, afiliar su joven familia a esta Orden Gloriosa, manifestando su gran deseo al Padre Cormier (1883). Este Santo religioso testigo de la vida edificante de las Hermanas, no solamente se alegró, sino se interesó vivamente por hacer realidad el deseo de Madre Eduviges, consiguiendo el fin propuesto ante el Maestro General de la Orden Dominicana, Fr. José María Larroca, quién accedió complacido su petición con el previo consentimiento del Ordinario del lugar.
No alcanzaron las palabras para describir la alegría de Madre Eduviges, cuando el 8 de diciembre de 1884, festividad de la Santísima Virgen, Patrona de la Congregación, quedó afiliada a la Orden Dominicana bajo el título de «CONGREGACIÓN DE RELIGIOSAS DOCENTES DE LA TERCERA ORDEN DE SANTO DOMINGO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN», gozando de todos los privilegios de la Orden. Desde ese día la Congregación considera al Padre Cormier, (hoy Beato) como su Fundador.
En 1886 la comunidad recibe la visita del Maestro General Larroca, siendo esta visita un aliento y una alegría para el corazón bondadoso de Madre Eduviges.
Las obras se fueron extendiendo guiadas por la Divina Providencia allende los mares hasta nuevos horizontes de América. La Madre Fundadora había recibido reiteradas peticiones para una fundación en el Ecuador (América), para tomar a su cargo la administración y asistencia a los enfermos del Leprocomio de Cuenca. Conocedora que esta era la voluntad de Dios, hizo los preparativos del viaje, enviando a seis de sus religiosas que después de larga travesía, pisaron tierras americanas el 14 de julio de 1889, instalándose en Cuenca (Ecuador). Rápidamente se extendieron en toda esa República con florecientes obras de Beneficiencia y Educación. Algunos años más tarde, solicitadas para una fundación en el Perú, un grupo de religiosas pasó a la ciudad de Trujillo (1898) donde iniciaron el Colegio «Santa Rosa» que fue el primero de una serie de florecientes planteles de educación.
La Madre Fundadora seguía infatigable trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de marzo de 1894, funda en Fanjeaux una Escuela en el Convento de tantos recuerdos de nuestro Bienaventurado Padre Santo Domingo y verifica la compra de dicho Convento. El 8 de agosto del mismo año, traslada a Mazéres la Casa Madre y abre Escuela y Taller.
El 4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma. El Señor la reclamaba para sí. Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le presentaba con las manos llenas de buenas obras.
El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo. A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad del cielo.
El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.
En 1886 la comunidad recibe la visita del Maestro General Larroca, siendo esta visita un aliento y una alegría para el corazón bondadoso de Madre Eduviges.
Las obras se fueron extendiendo guiadas por la Divina Providencia allende los mares hasta nuevos horizontes de América. La Madre Fundadora había recibido reiteradas peticiones para una fundación en el Ecuador (América), para tomar a su cargo la administración y asistencia a los enfermos del Leprocomio de Cuenca. Conocedora que esta era la voluntad de Dios, hizo los preparativos del viaje, enviando a seis de sus religiosas que después de larga travesía, pisaron tierras americanas el 14 de julio de 1889, instalándose en Cuenca (Ecuador). Rápidamente se extendieron en toda esa República con florecientes obras de Beneficiencia y Educación. Algunos años más tarde, solicitadas para una fundación en el Perú, un grupo de religiosas pasó a la ciudad de Trujillo (1898) donde iniciaron el Colegio «Santa Rosa» que fue el primero de una serie de florecientes planteles de educación.
La Madre Fundadora seguía infatigable trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de marzo de 1894, funda en Fanjeaux una Escuela en el Convento de tantos recuerdos de nuestro Bienaventurado Padre Santo Domingo y verifica la compra de dicho Convento. El 8 de agosto del mismo año, traslada a Mazéres la Casa Madre y abre Escuela y Taller.
El 4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma. El Señor la reclamaba para sí. Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le presentaba con las manos llenas de buenas obras.
El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo. A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad del cielo.
El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.
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